Mi hijo nació hace pocos días, llegó a este mundo de una manera normal...
Pero yo tenía que viajar, tenía tantos compromisos.
Mi hijo aprendió a comer cuando menos lo esperaba, comenzó a hablar cuando yo no estaba... Como crece de rápido mi hijo. ¡Como pasa el tiempo!
Mi hijo, a medida que crecía, me decía:
- "¡Papá, algún día seré como tú! ¿Cuándo regresas a casa papá?"
- "No lo sé hijo, pero cuando regrese, jugaremos juntos... Ya lo verás."
Mi hijo cumplió años hace unos días y me dijo:
- "¡Gracias por la pelota, papá! ¿Quieres jugar conmigo?"
- "Hoy no hijo... tengo mucho que hacer."
- "Está bien papá, otro día será..."
Se fue sonriendo, y siempre en sus labios las palabras: "¡Yo quiero ser como tú...!
Mi hijo regresó el otro día de la universidad hecho todo un hombre.
- "Hijo, estoy orgulloso de ti, siéntate y hablemos un poco."
- "Hoy no papá, tengo compromisos... por favor préstame el carro para visitar algunos amigos."
Ya me jubilé y mi hijo vive en otro lugar; hoy lo llamé:
- "¡Hola hijo, quiero verte!"
- "Me encantaría padre, pero no tengo tiempo... Tú sabes: el trabajo, los niños... ¡pero gracias por llamar, fue increíble oír tu voz!"
Al colgar el teléfono me di cuenta que...
Mi Hijo era como Yo.
Reflexión:
El tiempo pasa muy rápido, los hijos crecen por día y hacemos de ellos, los adultos del mañana, con cada una de nuestras actitudes y nuestras actuaciones. Tengamos presente que aquello que ellos ven en nosotros, son las pautas que regirán su futuro, y que en los años venideros, nuestros hijos serán iguales a nosotros mismos.
Cuidemos la forma como actuamos frente a ellos, las prioridades que establecemos, la escala de valores con que vivimos y medimos sus acciones, pero sobre todo, dediquemos tiempo para nuestros hijos, para compartir, enseñar, disfrutar y escuchar; y que aprendan que la presencia y la compañía de los seres amados forman parte fundamental del verdadero valor de la vida.
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