¿Cuántas veces has esperado a que alguien respondiera el mensaje que escribiste, pero nunca lo recibiste?
¿Cuántas veces te has vestido para alguien, esperando a que te digan que eres hermosa?
¿Cuántas veces has esperado la llamada de alguien para que te haga sentir feliz?
¿Cuántas veces has esperado a que alguien aprecie el trabajo que estás haciendo, para que se te haga más fácil seguir haciéndolo?
Con la respuesta que nunca llegó, el cumplido que no escuchaste, la llamada telefónica que no recibiste y la apreciación que no te expresaron: tu y yo, perdimos nuestra autoestima.
Desde kindergarten, comenzamos a asociar nuestra autoestima con las estrellas doradas que nuestros maestros nos daban. En la escuela, esto se convierte en lo que la gente popular piensa de nosotros y, al llegar a la universidad, vivíamos de los elogios que recibíamos y del número de personas que nos elogiaban.
Y hasta hoy, creemos que nuestro valor está determinado por la forma en que otros nos perciben. Por lo tanto, queremos que nuestro jefe esté contento con nuestro trabajo, queremos que nuestros socios o compañeros nos elogien constantemente, queremos ser notados, queremos ser apreciados.
Lentamente, y gradualmente, esto nos dañará. Buscar la aprobación y la validación de los demás se convertirá en una lucha permanente, de por vida, si no empezamos a creer en nosotros mismos.
Dile a tu reflejo que eres hermosa(o), que eres fuerte. Dile a tu reflejo que te aprecias a ti misma(o), que te amas a ti misma(o), que quieres hacerte feliz. Dile a tu reflejo que estás allí para ti misma(o).
Porque, tarde o temprano, te darás cuenta de que no hay nadie que siempre esté a tu lado, no hay nadie que pueda alabarte constantemente, apreciarte y mantenerte feliz. Ese es tu trabajo. Y ese trabajo comienza creyendo que sí puedes.
Una buena reflexión a tener en cuenta para este nuevo año que está próximo a empenzar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario