El ajo es un vegetal que parecía uno más de la cocina, pero no es así, es único y contiene la alicina clave para la prevención y cura de la tuberculosis. Aquí lo estudiamos desde el punto de vista científico mencionando su historia, su mitología desde la antiguedad.
En este reportaje todo sobre este vegetal: su historia, su mitología, sus usos domésticos y las ultimas investigaciones científicas sobre el. Revelan sus propiedades curativas realmente sensacionales que quedan aquí resumidas. La ciencia puso algunas objeciones que íntegramente recogemos. Un trabajo periodístico extenso pero eficaz. Aplicarlo puede mejorar su salud.
El ajo pertenece a la familia de las Liliáceas, que abarca unas 3.500 especies de plantas herbáceas y árboles. El género Allium, que incluye también hortalizas tan conocidas como las cebollas, las cebolletas, el cebollino y el puerro, el ajo es el más importante de la familia.
Las propiedades saludables del ajo como condimento y medicamento ya eran conocidas por los antiguos egipcios, hebreos y romanos. En la actualidad, su uso terapéutico quedó relegado a favor de su uso como condimento pero tal olvido ha sido subsanado según decimos aquí.
Según los historiadores, el ajo procede de los países del centro de Asia -en concreto del Allium longicuspic, una variedad de ajo endémica de Asia central-, desde donde se propagó al área mediterránea y, de ahí, al resto del mundo. Hay evidencias de que el ajo ya se consumía en Egipto hace 5.000 años. Durante siglos el consumo de los dientes de ajos ha estado ligado a la Medicina popular. Un papiro egipcio del siglo XV antes de Cristo, el Codex Ebers, incluye 22 formulas en las que se nombran los ajos para luchar contra dolencias como cardiopatías, cefalalgia, mordeduras, lombrices, tumores y otras.
El ajo es sinónimo de vitalidad. No sabríamos decir si es más precioso para nuestro organismo, el arte de un fisioterapeuta. Pero cuando se ve crecer en el huerto, es seguro que la salud y la alegría reinan en la casa.
No tiene que haber día sin ajo. Para muchos fue un alimento tan importante como el propio pan. Las amas de casa no se cansaban de alabar esa costumbre de dar a los niños para merendar un chapon, un pan frotado con ajo empanado en aceite de oliva.
El ajo es primo de la azucena y del muguete. Este “senador” del huerto, de levita verde, cabeza florida desmelenada y bulbo rosa o alabastro es asiático oriundo de regiones donde las personas viven muchos años, donde los viejos son más canosos y donde, curiosamente, el porcentaje de afecciones cancerosas es más bajo que en cualquier otro lugar del mundo.
Egipto antiguo: la primera huelga de la historia, los esclavos exigen su dieta de ajo
Hace mucho tiempo que el ajo conquisto Egipto. Los faraones lo daban todos los días a los esclavos constructores de pirámides. En aquella época se hacían también collares de ajos para los niños, para protegerlos de los parásitos, y se utilizaba la planta para descubrir la fecundidad de las mujeres.
Por ello, no es de extrañar que en los enterramientos de los faraones se incluyeran vasijas conteniendo ajos y cebollas, para condimentar adecuadamente sus comidas de ultratumba.
Entre los defensores históricamente famosos, de los ajos, se encuentran Aristóteles, Hipócrates, Aristofanes, Plinio el Viejo, Herodoto y, más modernamente el mismo Pasteur.
El consuno del ajo también esta arraigado en las culturas de China y de la India.
Pero antes de dejar Egipto y las Pirámides, he aquí una leyenda breve que Herodoto (11.125), recogió como historia en que nos da describe cuenta la primera huelga, ya citada, de brazos caídos en la historia de la humanidad la incluimos en este largo trabajo por que esta ligada y motivada por el ajo. Durante la construcción de la pirámide de Keops, miles de esclavos dejaron los picos y palas de aquel tiempo o las herramientas que usaban y se negaron a trabajar. Se mandó recado al Faraón y se le dijo la causa de aquel insólito fenómeno. Resultó que los esclavos constructores habían dejado de recibir su dieta diaria de ajo y la reclamaban. Se indagó más a fondo y se averiguó que varios crueles capataces querían ahorrarse el ajo y el tiempo que los esclavos empleaban en comer su almuerzo, diez o quince minutos (algo así como el Tea- Break de los ingleses).
El Faraón despidió a los capataces culpables y el ajo lo sirvieron varios magistrados de la Corte, en abundancia pues no podían repudiar a los obreros y la pirámide tenia que se terminada.
Y ahí esa Keops, para quien quiera verla.
En las Olimpiadas de la Antigüedad, el ajo la “droga” de los atletas
Los griegos hacían también pues, gran consumo de ajos a pesar de llamarlos “rosa fétida”. Según la Odisea, el dios Hermes recomendó el ajo a Ulises contra los encantamientos de la bruja Circe que convertía a los hombres en cerdos. En los Juegos Olímpicos de entonces, los atletas comían un diente de ajo antes de competir. Galeno, la eminencia médica de la época, hizo del ajo la panacea de los olímpicos. Su colega Dioscorides veía en el un tónico, un diurético, un vermífugo, un antídoto contra los venenos y el remedio del asma, la ictericia, el dolor de muelas y las erupciones cutáneas.
También los griegos tenían la costumbre de poner bulbos de ajo sobre las piedras den los cruces de camino para ofrecerlo a Recata, la diosa de la magia, los hechizos y las seducciones y así ganar sus favores. En los países del bajo mediterráneo se le conocía por el nombre de “alium”, palabra de origen céltico que significa ardiente. Este termino derivó en la denominación actual en la mayoría de las lenguas latinas. En la Edad Media, el ajo era elogiado como remedio eficaz de numerosas enfermedades.
La planta del ajo silvestre crece también en regiones de Europa meridional y es en esa zona donde se cultivan los ajos por su importancia comercial, sobre todo España, Francia e Italia. España ostentaba el cuarto nivel mundial en la producción de ajos, pero Egipto le desplazó y también Rusia. Una buena parte de la producción española se dedica a la exportación.
A finales de siglo XIX, los españoles introdujeron el ajo en el continente americano.
En los comercios de todos los países se pueden distinguir en grupos de ajos identificados por el color de su piel: ajo blanco o común, rustico, resistente y carnoso, de mayor tamaño que el ajo morado, de buena productividad y conservación. Suele consumirse seco y se caracteriza por su marcado sabor y aroma persistente. Es la variedad más común en casi todas partes. En cuanto a sus propiedades nutritivas: si se revisa el análisis bromatológico de los ajos, es sorprendente su elevado aporte energético, gracias a su riqueza en proteínas e hidratos de carbono, en comparación con el resto de verduras y hortalizas. No obstante, la cantidad que se consume de ajo, en cada plato, no es equivalente a la de otras verduras. Por ello, el aporte nutritivo y energético de esta hortaliza es casi irrelevante. Todo esto a pesar de su riqueza mineral (potasio, fósforo, magnesio, zinc y yodo) y vitamínica, en la que destaca el contenido de vitaminas del grupo B, como la B1, B3, B6 y con cantidades discretas de vitamina C y E.
A través del tiempo y de la historia, se van descubriendo sus virtudes y sus propiedades sin efectos adversos
Mucho más serias son las dos “nuevas” propiedades que la medicina ha descubierto en él: combate la diabetes y baja la tensión arterial. Pero si hubiera que enumerar las múltiples virtudes de los ajos se procedería así:
Primero, es un antibiótico y un antiséptico general. Un célebre sabio confirmó que los vapores de ajo eliminan activamente los microbios peligrosos. En varios países de Europa central se acostumbraba antaño a aplastar dientes de bajo en cada habitación de la casa al menor rumor de epidemia. ¿Otra prueba de la sabiduría popular? Es un regulador de la flora intestinal. Al igual que las aves rapaces mantienen en equilibrio la población de roedores dañinos en los campos, el ajo controla la proliferación en nuestro tubo digestivo de ciertas bacterias peligrosas. Por ello lo recomiendan en la mayor parte de los casos de diarrea, disentería, calambres de estomago, pesadez, flatulencias, etc.
Es un vermífugo extraordinario. Sin miedo a error se puede afirmar que es bueno como antihelmíntico (destrucción natural de toda clase de lombrices, tanto las acáridas como los peligusos oxiaros así como contra la solitaria, con propiedades antisépticas y puede curar o frenar infecciones. En Rusia durante la segunda guerra mundial se trataban heridas de arma de fuego colocando alrededor de las infectadas vendas embebidas en ajo y los rusos evitaron muchas bajas mortales en Stalingrado aunque fue el pueblo que tuvo más muertos durante ese conflicto, por causa de la penuria de ayudas médicas así como por el trato brutal a los heridos. Entonces se introdujeron sistemas casi artesanales de medicina de guerra, a base de vegetales y plantas. El ajo fue vital llegándose a reducir el ajo a vapor e inhalarlo, para las enfermedades pulmonares muy comunes a causa del frío.
Es un incomparable estimulante del organismo y regulador de las funciones esenciales. Esta indicado en los trastornos hepáticos y de las glándulas endocrinas (tiroides, suprarrenales, etc.), gota, ciática, vértigos, zumbidos del oído, sofocos, etc.
Es antidiabético, pues regula la proporción de la glucosa en sangre. Todas las personas nacidas en familias “con riesgos altos” y también los obesos deben hacer de él el mayor uso posible.
Probablemente los del tubo digestivo, en la medida en que regula el estreñimiento (y, por lo tanto, la autointoxicación) y estimula la secreción de los jugos estomacales al mismo tiempo que desinfecta el intestino. A veces, lamentablemente, no podemos evitar repeticiones de conceptos parecidos.
El ajo es también el mejor amigo del sistema circulatorio. No solo reduce la tensión (la hipertensión, principal responsable del infartos y de la congestión cerebral, que constituye una de las plagas de nuestra época), sino que suaviza los vasos sanguíneos (contra la arteriosclerosis), regulariza el índice de colesterol, favorece la acción de los glóbulos rojos transportadores del oxigeno y combate la intoxicación por la nicotina (¡atención los fumadores empedernidos!) y los contaminantes.
El ajo bajo la lapa de los investigadores: en busca de una molécula llamada alicina
Cualquier cosa que se diga en contra o exagerada a favor del uso del ajo como alimento o medicina, es síntoma de que se puede negar la historia en uno u otro sentido pero no la evidencia de su composición rica en proteínas y calcio; en potasio y fósforo y una buena proporción de las vitaminas ya citadas.
Con paso precavido pero seguro, científicos, herbalistas y hombres de ciencia, quitando al ajo la envoltura de la mitología han investigado naturalmente el cáncer, cotejando también viejas historias en países como Japón, Estados Unidos, Francia, Alemania e Inglaterra, viejos dichos, proverbios y costumbres populares respecto al ajo.
El profesor Eric Block, de la Universidad Estatal de Nueva York, Albany, USA, ha sido íntimo colaborador de E.J. Corey, Premio Nobel de Química de 1990. Desde hace más de 25 años, el profesor Block investiga intensamente sobre compuestos presentes en el ajo. Sus descubrimientos, junto con los de otros científicos nos permiten tener una idea bastante precisa de la situación.
La sustancia mas notable presente en el ajo es la aliina, que constituye por si misma en 0.24% del peso global del vegetal. Es poco olorosa y con mínimos efectos terapéuticos. Sin embargo, cuando se corta un diente de ajo la aliina se pone en contacto con la enzima alinasa y se transforma inmediatamente en otra molécula, la alicina, que es la que proporciona el olor característico al ajo cortado o machacado.
La alicina es muy reactiva, y en los extractos de ajo crudo o cocido se puede encontrar ciertos derivados químicos de la misma, bautizados como ajoenos y ditiinas, que poseen una potente acción antiagregante plaueteria, protectora contra la arterosclerosis. Pero aun hay más, tiene una gran actividad antitumoral y antifúngica, así como antioxidante contra los perjudiciales radicales libres. En general, ya se conocían con anterioridad eso efectos antiinfecciosos de los ajos. Por ejemplo, el jugo de ajo diluido 125.000 veces, inhibe en laboratorio el crecimiento de numerosas bacterias y muchos hongos y levaduras. Datos epidemiológicos sobre diversas poblaciones, con diferentes consumos de ajos y de cebollas, también han confirmado los efectos benéficos cardiovasculares antiinfecciosos que proporciona el consumo semanal de más de 10 gramos de ajo o de 300 gramos de cebollas. Sin embargo, los preparados comerciales de ajo, que contiene alicina, pero que no dan lugar a la producción de ajoeno, no muestran las mismas propiedades anticoagulantes o antiateroscleróticas que los preparados de ajos crudos o cocinados.
La Bioquímica; los científicos del Instituto de Weizmann, Rehoboth, Israel, han sido capaces de lograr y patentar la síntesis química industrial de grandes cantidades de la molécula aliina y, con la enzima alinasa, biotecnológicamente, han logrado su transformación en alicina muy pura. Usando esta alicina pura, han investigado sus efectos moleculares, plasmando sus investigaciones en diversas publicaciones tales como: la revista Antimicrobial Agents and Chemoterapy y la Biochimica Biophysica Acta. En resumen, han llegado a demostrar la acción antimicrobiana de la alicina. El compuesto que se forma al partir, o machacar o cocinar los ajos, se debe a que actúa como un potente inhibidor de ciertas enzimas tales como cistein-proteinasas y deshidrogenasas.
Estos dos tipos de enzimas representan un papel importante en el tratamiento de las infecciones causadas por bacterias, hongos y virus. Por otra parte, la aliina también inhibe ciertas enzimas con grupos tioles (azufrados), que participan en la biosíntesis del colesterol, por lo que ello podría explicar el postulado efecto hipocolesterolemico del ajo y también sus saludables propiedades cardiovasculares. Sentimos de veras meternos en nomenclaturas médicas, tan difíciles de masticar como el ajo, pero este trabajo es para todos nuestros usuarios.
Los resultados saludables del consumo de ajo, bioquímicamente, se están confirmando, pero para que tengan lugar es necesario la ingestión de la sustancia olorosa que les da su olor característico, cuyos derivados volátiles inevitablemente exhalamos en la respiración y transpiración.
El chicle de ajo (ajo masticado), una formula del Dr. Islam contra la tuberculosis que hoy resiste a los antibióticos clásicos de laboratorio
Investigadores de la Jawaharlal Nehru Medical Collage, de la india Lagar Muslim University, con el Dr Islam a la cabeza, han anunciado otra noticia en base a esta planta que ha sido llamada por el bioquímica David Mirelman del Instituto Weizmann “medicamento maravilloso, comparable en importancia a la aspirina”. El Dr. Islam se ha concentrado en el gen de la alicina y en la forma de obtenerlo mediante masticación. Es lo Que “Diáspora” ha bautizado como “chicle de ajo”.
Solo que el Dr. Islam ha encabezado un largo proyecto teniendo como blanco, la tuberculosis pulmonar (TB) cuyos rebrotes en varias partes del tercer mundo e incluso en los países desarrollados, especialmente en los Estados Unidos, se muestran muy agresivos resistiendo a los antibióticos. El Dr. Islam hace tiempo estudiaba una alternativa a la penicilina.
Sus notables hallazgos han sido publicados en el prestigioso órgano de la Federación de Sociedades de Bioquímica Europeas (FEBS), sin copyright.
En los pasados años los científicos de la Universidad de Utzech (Holanda) y la coreana Chungnam National University independientemente del Nehru Collage citado se ha concentrado en las respuestas inmunitarias en la tuberculosis humana.
El Dr. Islam ha establecido específicamente el papel curativo del ajo para prevenir la tuberculosis pulmonar (TB) y un eventual tratamiento de esta enfermedad.
Refiriéndose a eso altos estudios y logros, Hill Sardi, presidente de “Knowledge of Health Incorporated” en los Estados Unidos ha dicho que este logro tan sólido avalado por una investigación que ha durado tanto tiempo podría rivalizar con los descubrimientos de Pasteur y de Fleming. Sardi dirigiéndose a un gran publico en una conferencia celebrada en New Jersey hace poco, aclaró entre otras cosas que al hablar de la alicina hay que tener en cuenta que hay dos componentes del ajo que deben mezclarse y se mezclan cuando el polvo del ajo entra en el estomago. Una enzima llamada alinasa se combina con la aliina al entrar en el estomago, para formar la alicina. Pero el ácido estomacallos puede neutralizar y la deseada alicina no siempre se produce. El descubrimiento comparable a los de Pasteur y de Fleming (según el doctor Sardi) es que las cápsulas de ajo, cuya promoción y venta en farmacias son universales, no son eficaces en el mencionado proceso –aunque pueden tener otras propiedades- es que por culpa de los ácidos digestivos y las enzimas- se anula la formación de la alicina, la clave en cuanto a la prevención y cura de la tuberculosis. Para que el ajo sirva realmente para algo, y ahí está el quid del descubrimiento, es preciso masticarlo durante unos minutos entre los dientes (como si fuera un chicle) y mantenerlo bajo la lengua durante unos minutos.
Los beneficios de la alicina como antioxidante tardan en manifestarse unos minutos. Las significación de este oxidante natural es que no requiere un almacenamiento sofisticado ni sistemas especiales de ventilación o transporte. Es fácil de obtenerlo pues el ajo se produce en casi todos los países del mundo, a bajo costo y al alcance de todos. “Y pienso en el Tercer Mundo al decir y hacer todo esto”, ha declarado el Dr. Islam.
Creo que hemos informado ya que el repetido Dr. Islam publicó abiertamente y con todo detalle sus estudios sin beneficio adicional alguno y sin condiciones económicas especiales. Ojalá que todos los investigadores del mundo y los devoradores de patentes hicieran lo mismo. Si tal cosa ocurriera el Sida, la malaria, el dengue, etc. Y muchas enfermedades tropicales o no, tendrían ya su vacuna o un remedio preventivo.
Los estudios confirman la tesis del Dr. González Saviolli, de la Federación Argentina de Cardiología
Los investigadores de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, llevaron a cabo un registro durante seis meses de 170 personas de entre 30 y 65 años que tenían LDL (o lipoproteína de baja densidad, el llamado colesterol “malo”) moderadamente alto.
Los participantes fueron divididos en cuatro grupos. Uno de los grupos consumió un diente de ajo de cuatro gramos cada día; el segundo ajo pulverizado y el tercero un extracto de ajo. El cuarto un placebo. Todos los meses se median sus niveles de colesterol. Pero antes se pidió a todos lo participantes que evitaran el consumo de alimentos que contuvieran ajo y redujeran su ingestión de cebolla y clavo, que se sabe contienen ciertos compuestos químicos similares a los del ajo.
Los investigadores esperaban confirmar que el ajo, particularmente crudo, era efectivo en la reducción del colesterol. Sin embargo descubrieron que “ninguna de las tres formas de ajo mostró efectos estadísticamente importantes en las concentraciones de colesterol LDL en la sangre”.
“No se vio ningún efecto secundario grave –agregan- aunque la mitad de los que consumieron ajo crudo mostraron mal olor corporal y mal aliento”.
Fuente original: Globedia