Por:
Monseñor Ramón Angel Jara
Obispo de
Panamá, 8 de Diciembre de 1968
Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados; hay una mujer que siendo joven, tiene la reflexión de una anciana; en la vejez, trabaja con el vigor de la juventud; una mujer que, si es ignorante descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio y, si es instruida se acomoda a la simplicidad de los niños, una mujer que siendo pobre, se satisface con la felicidad de los que ama, y siendo rica, daría con gusto sus tesoros por no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud, una mujer que siendo vigorosa se estremece con el vajido de un niño y, siendo débil se reviste a veces con la bravura de un león, una mujer que mientras vive, no sabemos estimar, porque a su lado todos los dolores se olvidan, pero después de muerta, daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos por mirarla de nuevo, por recibir de ella un solo abrazo, por escuchar un solo acento de sus labios.
De esta mujer no me exijáis el nombre a mi, si no queréis que empape con lágrimas vuestro álbum, porque yo la vi pasar por mi camino.
Cuando crezcan vuestros hijos, leedles esta página, y ellos cubriendo de besos vuestra frente, os diríais que un humilde viajero en pago del suntuoso hospedaje recibido, ha dejado aquí para vos y para ellos un boceto de su madre.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario