martes, 28 de junio de 2011

El Credo de la Paz

Soy culpable de guerra cuando ejerzo orgullosamente mi inteligencia en detrimento de mis hermanos. 

Soy culpable de guerra cuando desvirtúo las opiniones de los demás que difieren de las mías. 

Soy culpable de guerra cuando me resultan indiferentes los derechos y los bienes ajenos. 

Soy culpable de guerra cuando codicio lo que otros han adquirido honestamente. 

Soy culpable de guerra cuando intento mantener la superioridad de mi posición, privando a los demás de su oportunidad de avance. 

Soy culpable de guerra cuando imagino que mi raza y yo mismo somos seres privilegiados en relación con los demás. 

Soy culpable de guerra cuando creo que tengo el derecho de monopolizar los bienes de la Naturaleza. 

Soy culpable de guerra cuando creo que otros deben pensar y vivir como yo lo hago. 

Soy culpable de guerra cuando creo que el éxito en la vida sólo se debe al poder, la fama o la riqueza. 

Soy culpable de guerra cuando pienso que para convencer, vale más la fuerza que la razón. 

Soy culpable de guerra cuando creo que mi concepto de Dios es el que todos deben aceptar.

Soy culpable de guerra cuando mi instinto animal domina a mi parte humana.


He aquí abundante profunda sabiduría, digna de profundas reflexiones y, sobre todo, de aplicación práctica en la vida personal de cada uno de los que la recibimos.  ¿Por qué no intentarlo? No tenemos nada que perder, pero sería una contribución de gran valor para vivir en Paz, cuando menos consigo mismo y con la familia.

Escrito por Ralph Maxwel Lewis, (1904 - 1987)
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Al leer este credo, se debe tener en cuenta algunas reflexiones que Lewis antepone:
  • Disfrutar de Paz es y ha sido un caro anhelo de hombres y mujeres a lo largo de toda la Historia
  • Infortunadamente y como una triste paradoja, lo que han tenido son discordias, conflictos y guerras.
  • La comparación es fea, pero es lo que se aprecia en la selva con seres que llamamos irracionales.
  • Al hombre, Dios le dio el razonamiento y el habla para que dialogara y se comprendiera  con sus semejantes. Pero no lo hace.  Impone la fuerza.
  • Se deja llevar por la ambición y el egoísmo  y de esa manera atenta contra el derecho de los demás, siendo eso la causa de la guerra.
  • Para encontrar el camino de la Paz, los hombres y las mujeres deberían prestar atención a su voz interior, que es la voz de Dios, para inspirarle y guiarle por el sendero del Bien y la Felicidad.
  • Dios inspira siempre en el corazón humano el amor, la caridad y la compasión. “Practicando tales valores, todos rechazaríamos la guerra”.

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