jueves, 4 de agosto de 2011

¿QUE ES LA LIBERTAD?

FF_222_outsider3_f Mamá, ¿Qué es la libertad?, me preguntaste.

La libertad, Verónica, la tan nombrada, la cantada despacio y a los gritos, de las alas desplegadas y el espacio interminable por delante... ¡La Libertad!

Y me quedé pensando.

- ¿Puedo responderte mañana?

- Si.

Tal vez mi idea de la libertad no se parezca a la de todos. Pero es la idea que me dejaron luchas, años vividos, gente que pasó a mi lado, cosas que leí en los diarios.  La libertad es una cama caliente cuando hace frío. Y el pan desmigándose sobre el vestido limpio.

Es que llueve y nos mojemos si queremos mojarnos, pero sino queremos… un buen techo, un buen sueldo…

Elegir… pero no solamente en lo abstracto, en lo ideal.

Elegir en la cosa cotidiana, eso pequeño y obvio que no tiene la dimensión mágica de la paloma, la rama de olivo y el laurel. Lo de todos los días que no es la gloria ni la letra impresa, ni el canto que se escucha desde los cuatro puntos cardinales.

La libertad de la mujer que elige entre un hospital que queda cerca y otro que queda lejos… y en los dos hay algodón y alcohol, y sábanas lavadas, no solamente la buena voluntad del médico, no solamente el humanitarismo de quien juró salvar vidas.

La libertad del niño que elige entre un zapato y una zapatilla, entre un caramelo y un chocolatín.

La libertad del hombre para usar las horas que le sobran después del trabajo… en vez de buscar un nuevo trabajo, una nueva obligación… porque sino el salario no alcanza.

La libertad de la madre que puede escoger entre doblarse sobre la máquina o hacerle las trenzas a su hija.

La libertad…

Cuando yo era pequeña como tú, la palabra libertad me llagaba envuelta en la bandera, sacudida por altísimas notas de pífanos y redobles sonoros de tambores.

Y la dejaba en alto, intocable y destellante.

Era, más que una verdad, una estatua.

Entonces… yo creía más en los mapas que en el mundo: países pintados de celeste, de verde, de amarillo, ríos azules y montanas pardas… puntitos para las provincias, y anchas líneas para separar los países…

El mundo era montón de casilleros, cada cual con sus hombres que no podían mezclarse ni juntarse con los otros.

La libertad era cuidar su propio casillero.

Pero después conocí al mundo, y no encontré gruesas rayas ni puntos suspensivos trazados en la tierra, señalando los límites.

Pero después conocí hombres de distintos lugares, sabes Verónica, y no tenían señales que los diferenciaran… y todos querían lo mismo: Bienestar para ellos y para sus hijos.

Y querían vivir.

Vivir, eso tan simple; eso a lo que tenemos derecho… y que tantos se le termina por falta de remedios, o por falta de techo, o por falta de pan.

La libertad es amar a los otros.
Pero amarlos mirándolos.
Pero amarlos tocándolos.
Pero amarlos sintiéndolos.
Y querer que vivan.

Sin hambre, Verónica, sin frió, Verónica, sanos.

Por eso mi libertad ha echado sus palomas al viento, y ha puesto y ha puesto los laureles, los mirtos y las ramas de olivo en un sencillo florero de la casa.

Porque si está limitada por un chico que muere injustamente por falta cosas esenciales, si está limitada por un chico que vende flores por la noche, o lustra zapatos, o extiende su mano pidiendo… mi libertad no sirve para nada. Y la cedo a cambio de cualquier rigor que nos obligue a todos a mirar hacia los desposeídos, los desheredados, los dolientes…

La libertad de hacer crujir el pan, y de abrazarte, porque este abrazo entre un hijo y una madre, apretado y caliente, es el verdadero nombre de la libertad que debemos rescatar para el mundo.

Poldy Bird

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