lunes, 29 de agosto de 2011

Rosas para Rosa

1000000308 Las rosas eran sus favoritas.  Su nombre también era Rosa.

Cada año en el día de San Valentín, su esposo le mandaba rosas atadas con un bonito moño y la tarjeta decía: “Te amo más este año que el año pasado en este día. Mi amor crecerá con cada año que transcurra”.

El año en que él murió, al igual que los años anteriores, le entregaron las rosas a su puerta con una tarjeta que esta vez decía: “Se muy valiente”.

Ella sabía que sería la última vez que recibiría rosas, y pensó que tal vez las había ordenado antes de morir, puesto que no sabía lo que iba a suceder.  A él siempre le gustaba adelantarse haciendo todo por si acaso estuviera muy ocupado para hacerlo en la fecha indicada. Por eso, ella cortó los tallos y las colocó en un florero muy especial que puso a un lado de su retrato. Después, se sentó horas enteras viendo el retrato y las flores.

Pasó un año y le era muy difícil vivir sin él.  La soledad la había invadido y parecía su destino. Pero entonces, al igual que en otros días de San Valentín, sonó el timbre de la puerta y encontró de nuevo las rosas.  Entró con ellas en las manos y con gran asombro tomó el teléfono y llamó a la florería.  Le contestó el dueño y ella pidió que le explicara… ¿quién querría causarle tanto daño?  La respuesta fue: “Se que su esposo murió hace más de un año y sabía que tarde o temprano usted me llamaría. Las flores que usted acaba de recibir fueron previamente pagadas.  Su esposo siempre adelantaba las cosas sin dejar nada al azar. Hay un pedido en su expediente pagado por adelantado para que usted reciba estas flores cada año. También debe saber otra cosa… hay una notita especial escrita en una tarjeta… ésta la hizo él hace muchos años.  Dijo que si yo me enterase que él ya no estaba, esa tarjeta se la debía entregar a usted al año siguiente”.

Rosa se mostró agradecida y colgó hecha un mar de lágrimas, con las manos temblorosas, y lentamente tomó la tarjeta con la nota. Se la quedó viendo en un silencio total… y leyó lo siguiente:

“Hola mi amor, se que hace más de un año que me fui. Espero no te haya sido muy penoso recuperarte. Sé lo solita que debes estar y sé que el dolor es verdadero, pues si fuera diferente sé como me sentiría. El amor que compartimos hizo que todo en la vida se viera hermoso. Te quise más de lo que cualquier palabra puede expresar. Tu fuiste la esposa perfecta, fuiste mi amiga y amante, llenaste todo lo que anhelaba.  Sé que solo ha pasado un año, pero te pido que por favor no sufras más. Quiero que seas feliz, aunque derrames lágrimas. Por eso las rosas te llegarán todos los años. Cuando las recibas piensa en la felicidad que tuvimos juntos y como fuimos bendecidos. Siempre te amé y te seguiré amando, pero tu tienes que seguir viviendo. Por favor trata de encontrar felicidad, mientras vivas.  Sé que no será fácil, pero sé que encontrarás la forma. Las rosas te seguirán llegando cada año hasta el día que no haya quien abra la puerta. El florista ha recibido instrucciones de tocar a tu puerta cinco veces el mismo día por si acaso, saliste. El día que ya nadie la abra, sabrá a donde llevar las flores… en donde estemos por fin reunidos”.

En la vida hay veces que nos encontramos con una amistad especial, con alguien que cambia nuestra vida con solo ser parte de ella.  Alguien que nos hace creer que hay algo muy bonito y muy bueno en el mundo.  Alguien que nos convence de que hay una puerta cerrada esperando que se abra con la eterna amistad.

Esa es una rosa sagrada.

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